El semblante imperturbable.

Los tiempos han cambiado y eso es indudable, en ocasiones es necesario un cambio contundente cuando estamos inmersos en lo consetudinario,dónde se pierden momentos para las reflexiones detrás de esa ambigüedad;el concreto,la estupidez diaria y las confrontaciones personales tienen un punto culminante en su aburrida transición, así también la moral y el prejuicio tiene su predominio en el dominio personal cuándo se genera un conflicto social.

Los preámbulos serán y han sido comprensibles ¿Que hombre niega de que lo único que adquiere es lo obtenido de algún otro?.

El hombre se glorifica a sí mismo, independiente del reflejo de si mismo en su realidad y al estar implicado en ella,si no también por su propia ignorancia,sí, habremos de tomar lo transcendente de cada momento y es aquí dónde comienza éste breve relato:

«En la vieja iglesia del pueblo existía un Cristo al que cada domingo los feligreses rendían culto con devoción,pues bien, el sacerdote es quién oficiaba la misa;nada cambia dentro de lo rutinario en comparación a la vida de una pequeña población a la vida citadina escepto el albedrío,la enfermedad,la sequía y la muerte.

Aquél sacerdote al pasar los días, después de tantos años de constancia en sus labores,se le veía preocuparse en menos por sus quehaceres.El lo sabía y en hartazgo de esa indiferencia,cada día se le sentía ajeno a sus costumbres y obligaciones, con cierto hastío de sus deberes,acertando a decir sus feligreses: ¡Éste padre es un mentiroso! ¡Tenemos más fe en un solo dedo nuestro,que en la comisura de su vestimenta!.Y así fue señalado.

El sacerdote fue hijo de un alfarero y nunca olvidó manipular la arcilla, desde su juventud hizo voto de seguir los preceptos que demarca la Biblia, y es tan cierta la comparación de la arcilla con la fe que decidio enmendar una vez más ésa fe ante su presente indiferencia, al haber llegado a sus oídos lo que de él se murmuraba ,como un hombre falto de ésa misma fe y que quién diablos le había convencido para hacer a un lado su vocación.

El domingo siguiente mientras terminaba de oficiar la misa, escucharon un alboroto en las calles del pueblo, eran personajes de la política nacional con una enmienda ,por el hecho de haber surgido un golpe de estado en la capital, y venían con el propósito de evitar un contralevantamiento,y para eso deberían dar conocimiento de la situación política, pero los pobladores eran desidiosos ante aquel problema dándole la menor importancia a ése acontecimiento, eran ignorantes en cuestiones políticas y más aún de tan lejos de la capital.

Hubo un extraño suceso que definirá éste relato.

Al dar pleno conocimiento de la enmienda se le hace entrega al sacerdote de una carta escrita por el presidente en el poder,especificaba qué:(…El clero,como lo a sido desde muchos años atrás tendrá aún menos intervención en la política de Estado,y sin terceros será solo un representante de la vida social,por lo cuál los bienes que está adquiera les serán sustraídos para aumentar la riqueza nacional y su presente político…) A grosso modo,era un preclaro socialismo.

Se les dio aviso a las autoridades de la población y a dar voz a otros representantes menores para dar a conocer la enmienda.

Los días corrían cómo el cauce de los ríos, sin ningún inconveniente; la relación del sacerdote con sus feligreses cambió radicalmente lo único preocupante ,eran las pretensiones del nuevo orden político que emanaba de la capital, se temían represalias por tener algún desacuerdo,los habitantes de ése pequeño poblado siempre había llevado sus problemas con tranquilidad y parsimonia pero, era un miedo infundado por el sacerdote,la vida seguía su curso mientras trataban de asimilar lo que estaba sucediendo y tratando de suponer lo que estaría por suceder.

Pocas veces se está equivocado al tener temor y más en las vicisitudes, pasaron solo algunas semanas cuándo llegaron noticias de algunos levantamientos en las cercanías de la capital en desacuerdo con la nueva política ,y aunque solo eran algunos incitadores había quiénes si tenían conocimiento intelectual de la situación,y algunas de esas confrontaciones fueron sesgadas ,era improbable que tales provocaciones llegaran a un pueblo pacifico.

Esos mismos temores invadían el corazón pasivo del sacerdote, temía la actitud que tomarían sus feligreses y los pobladores en general al saber de la determinación de enajenar los bienes de la iglesia.

La verdad no atinaba a saber cómo reaccionarían.

Solo el Cristo de la iglesia permanecía inmutable con un semblante de esperar lo inevitable, eso lo llenaba de compasión y su fe enardecia calladamente.

Las noticias llegaban de confrontaciones en la capital, aunque en el poblado se respiraba una paz profunda,cómo si se aletargara el tiempo de lo que pudiera suceder ante el caos de lo que presintieran.

Todo podría ser premeditado.

La tranquilidad predominaba en el silencio y en lo consuetudinario, la iglesia seguía de pie con el mismo Cristo que embargaba su fe y los tiempos venideros.No lo sabía, solo esperaban la solución de los conflictos y que estos no llegaran a ésas tierras para evitar incertidumbres.

Nadie niega que había quiénes perdieran su vida lejos de la gloria de los mártires,solo el sacerdote entendía ese conflicto existencial con sus contradicciones.

Él era quién esperaba una respuesta de ése mismo Cristo bajo un semblante imperturbable,de quién esperaba una sola respuesta de su silencio.